En la parada de una estación:
Un mirar con cierta melancolía, razones de torbellino de confusiones. El aire fresco con aroma primaveral, aroma de recuerdo, preguntas vienen y van…
-¿Qué es lo que espero?
- ¿Qué es lo que hago?
Mientras se retoma el viaje las ideas mantienen nitidez, evitando alguna respuesta, nos quedan 20 estaciones a través de esa ventana, esa ventana de cristal, la ventana que distrae tus ideas de culpa, también recuerdos que pasaron que jamás volverán.
Mirada perdida veo en aquella mujer estudiante, ojos brillantes de manera peculiar, aquella otra por problemas vanos de lo que uno finge que es amor, unos ojos que me pierdo entre ese marrón suave, esos marrones que se cierran ligeramente tratando de dormir, viajando a un mundo donde ella desearía que sus demonios se desvanezcan y se pierdan en otro cuerpo, un cuerpo que tenga una fuerza inicial de lucha, el aire se aleja de ellas, no veo esfuerzo por respirar. Nos quedan 12 horas, es más que suficiente para cuestionar mi existencia. Me detiene situaciones vánales, un regalo que ansió recibir e irónicamente no deseo darle la bienvenida, ese regalo trae sentimientos abrazados donde uno lucha por sobrellevar al otro.
En la última parada, una leve sonrisa que se confunde con incomodidad.
Se termino, bajo lentamente, una lentitud que no consigo en la vida. Una calma que en las noches solo llega, me esperan 20 estaciones. Las mismas muchachas deseando saber en qué momento de su vida todo se torno de un juego, a un juego que ya no divierte que roza con una realidad, una realidad que huimos, aun así es inevitable dejarla partir.